domingo, 5 de febrero de 2012

DOLOR, CICATRIZ INCURABLE: OSSA BOTERO


POR CARLOS ESPARZA

Doctor Jorge Raúl Ossa Botero.
ARMENIA, Colombia.- A pesar del dolor provocado por la muerte de su madre, el doctor Jorge Raúl Ossa Botero continuó con su labor humanitaria atendiendo a decenas de heridos aquel trágico lunes 25 de enero de 1999. Recuerda: “En aquel día trágico del terremoto que fue de 6.4 grados en la Escala de Richter a las 13:19 horas, vivía con mi familia en un lugar llamado El Molino en el sur de la ciudad. Me encontraba en el baño cuando empezó el movimiento sísmico de una manera impresionante, primero se sintió horizontal y luego se verticalizó, fue una duración de cerca de un minuto. Las paredes de mi casa se abrieron y de repente, ante mis ojos, apareció el rio Quindío y vi cuando las casas campesinas se estaban cayendo. Mi hijo mayor se estaba bañando, mi hija, la segunda, estaba con una amiguita debajo de una cama en la habitación de la segunda planta y mi hijo menor estaba montando un triciclito abajo en el porche. Estaban allí también mi ex esposa y una prima hermana que ese día almorzó con nosotros. La casa estaba muy dañada, el piso levantado, las paredes cuarteadas, toda la biblioteca se vino al suelo. Después nos reunimos en el porche de la casa, verificamos que todos estuviéramos bien, luego llamamos a la abuela materna de mis hijos a la ciudad de Pereira en donde el terremoto se sintió muy fuerte, pudimos comunicarnos. Después llamamos a mi mamá y el teléfono sonaba de una manera extraña como si estuviera desconectado, obviamente me causó a mí muy mala espina, y nos fuimos a buscarla. En el carro por toda la avenida Centenario empezamos a ver la magnitud de la tragedia, pudimos llegar al Palacio de Justicia, de allí me fui caminando y me encontré en ruinas el edificio de cinco pisos en donde vivía mi madre, entonces empecé a ubicar el segundo piso en donde quedaba el apartamento de mi mamá, y logré reconocerlo porque élla tenía unos helechos hermosos que eran la admiración de todos, además de que la vista daba a la iglesia, lo que la hacía muy feliz. Logré encontrar en dos planchas aprisionadas esas plantas y me dije aquí está mi mamá, seguramente estaba recostada como lo hacía todos los días viendo la telenovela Padres e Hijos. En ese momento estaban saliendo sobrevivientes de las ruinas del edificio del primer piso, entonces vi a un compañero de colegio saliendo ileso de su apartamento, también estaban saliendo dos personas que vivían en el quinto piso, increíble, estaban bajando entre los escombros, obviamente yo no tenía nada que hacer allí y me fui al carro a contarle a mis hijos y a su madre que la abuela estaba muerta”.


 
EL DEBER, PRIMERO
"Uno como hijo sabe cómo son  
 las manos de la mamá", dice Ossa Botero.

Entrevistado en un céntrico café de Armenia, capital del Departamento del Quindío, el doctor Ossa Botero con voz entrecortada por la emoción del recuerdo de su madre, reflexiona: “Si el terremoto hubiera ocurrido 24 horas antes toda la familia Ossa Botero hubiera muerto, porque ese domingo había toros en Armenia, -yo soy el médico de la plaza de toros-, y habíamos almorzado con mi madre en ese apartamento los tres hijos con sus esposas y mis sobrinos, menos mi papá que estaba en Pereira, yo me tenía que ir a las dos de la tarde a la plaza de toros. Mi mamá reunía. Ante los escombros del edificio donde mi madre estaba sepultada no tenía nada que hacer, entonces me fui al hospital en donde era subdirector y me tocaba activar a mí el plan hospitalario de emergencia. Llegué a las 2 de la tarde, para esa hora ya habían llegado muchos heridos a urgencias y me tocó organizar a mi mando los contingentes asistenciales. El doctor Jorge Mario López Arango a pesar de estar incapacitado y recién fracturado, llegó al hospital con sus muletas, inmediatamente hicimos en su oficina un centro unificado de mando, trabajamos toda la tarde, toda la noche sin descanso y hasta el otro día a las 2 de la tarde. 24 horas después el gerente me preguntó: ´¿Raúl qué pasa con su mamá que usted no ha ido a buscarla?´ Me sacó del hospital y me dijo: ´Se va, vaya usted y busque a su mamá y regrese´. El camino fue muy difícil de recorrer, estaba lleno de escombros. Llegué al centro y ya en la esquina del edificio derrumbado estaban primos míos, familiares, amigos, todos estaban enterados de que mi mamá estaba atrapada, me sentía impotente tratando de mover planchas, vigas, providencialmente alcanzamos a ver por la esquina de la calle 21 una retroexcavadora, fuimos a buscarla y la orientamos hacia este edificio y empezamos a buscar a mi mamá sobre los helechos que se veían aprisionados en las dos planchas hasta que alcanzamos a encontrarla hasta la hora y media. Fue un cuadro patético, mi madre carecía de rostro, pero la pude reconocer porque tenía entre sus dedos el llavero con un reloj que le había traído el Niño Dios y por un vestido y un collar de perlas que élla quería mucho, además por sus manos que eran inconfundibles, uno como hijo sabe cómo son las manos de la mamá. Cuando la sacamos apareció una cobija que nos dio una vecina y allí estaba providencialmente la camioneta de un amigo que sirvió de transporte hacia la morgue colectiva instalada en el coliseo de la Universidad del Quindío, cuando llegamos había ya cientos de cadáveres, a mi mamá le tocó un numero mayor a 900, obviamente había que esperar que los médicos forenses hicieran su trabajo. Nos entregaron a mi mamá en una cobija, y saliendo de la morgue, es increíble, un paciente mío de un pueblecito de 20 años atrás se dio cuenta de la muerte de mi mamá y me estaba esperando con un ataúd, y en la misma camioneta la llevamos a la Iglesia del Espíritu Santo ubicada en el Parque Fundadores. Llegamos y ante 40 ataúdes el padre Gabriel Arias Posada interrumpió la misa y recibió el ataúd de mi madre y empezó a dar de nuevo la misa, después llegamos al cementerio y allí cavamos a pico y pala la tumba de mamá, terminando, me volví al hospital a trabajar”.

DOLOR

En el lugar que murió la madre del
doctor Ossa Botero, se construye
un edificio de lujo.


Otra vez la emoción invade a Ossa Botero:
“Yo vine a llorar a mi mamá exactamente después de 17 días, cuando empezó a llegar cierta calma, pero en el alma queda una mancha y una cicatriz en el corazón incurables, porque queda uno con el estigma de la tristeza, empieza uno a vivir el duelo que normalmente sufren los pacientes que se van a morir, ´¿Por que yo?´ El rechazo, la rabia, la ira, luego viene la resignación, la paz entre comillas”.

TRAGEDIA, PASO AL PROGRESO

El doctor Ossa Botero, da un sorbo a su café. Rememora: “Armenia antes del terremoto era una ciudad muy pequeñita, casi un pueblo, a pesar de que éramos capital del Departamento del Quindío. El terremoto dejó la economía en cero, todo cerrado, empezamos a recibir ayuda humanitaria de familiares y amigos que vivían en otras ciudades, fue una red de solidaridad increíble, las ayudas que llegaron vía aérea las canalizó la Cruz Roja, y se activó el programa de la presidencia de la república para enfrentar este tipo de contingencias. Nos alimentamos por lo menos dos meses con los mercados que recibimos. En el centro de Armenia cayeron cinco edificios muy representativos, también el cuartel de bomberos y el cuartel de policía, y la mayoría de los colegios en la ciudad, gracias a Dios era período de vacaciones, y si es cierto que hubo más muertos en el sur de estratos 1, 2 y 3, en el norte también los hubo, digamos que el terremoto nos afectó a todos, bajar al centro era peligroso y tuvo que militarizarse, fue un fenómeno social tremendo caracterizado por seres humanos solidarios, pero también de otros seres que se convirtieron en animales, en turbas que llegaron a los sitios en donde no hubo destrucción dedicándose al robo y al saqueo, entonces en los condominios nos tuvimos que armar y hacer guardias para evitar que nos asonaran, que nos invadieran, obviamente primero atacaron los supermercados y los almacenes. Después del terremoto hubo una fase de silencio, de oscurantismo, un ostracismo de casi un año, el centro se murió, la banca y el comercio se trasladaron al norte, vivíamos todos a la defensiva, después se empezó a reactivar el centro a mediados del año 2000, y los bancos que se fueron para el norte regresaron pero dejaron las sucursales allí, así como el comercio que crecía, hubo oportunidades y Armenia cambió su panorama gracias a que tuvimos un presidente Andrés Pastrana Arango, que en ese tiempo fue muy inteligente al crear el Fondo de Reconstrucción del Eje Cafetero que empezó a manejar recursos a través de organizaciones no gubernamentales, hubo planeación, construcciones, así la cara de la ciudad urbanísticamente cambió”.

Y concluye:
“Veo a Armenia como un polo de desarrollo por su ubicación estratégica, es un punto de encuentro para todas las economías. Quindío y Armenia es una zona de oportunidades, a pesar de que la tragedia haya dado paso al progreso”.

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