------CRISIS, POR EL CORONAVIRUS-------
NUBARRONES EN LA EXISTENCIA
DE MILLONES DE PERSONAS
POR CARLOS ESPARZA
Desde que inició la pandemia del coronavirus, el mundo cambió para millones de personas. Incluso para mí. Si sobrevivimos a la pesadilla, habremos ganado años por venir. Si no, estaremos bajo tierra, en la oscuridad del descanso eterno, donde no se ve, no se oye, no se habla, no se llora, no se ríe, no se piensa, no se escribe, no se come. Nos convertiremos en ceniza, simple ceniza.
Cuando un suceso nos conmueve y nos amenaza, -como hoy acontece con el coronavirus-, llega la reflexión del significado que le hemos dado a nuestra vida. Si años vivimos en la superficialidad, fue tiempo perdido. Si en otros años vivimos en la lucha social, habremos ganado por buscar la dignidad y la justicia para los demás.
La enseñanza de mis padres, que seguramente están en el cielo, fue fundamental en mi vida. Hoy, como nunca los extraño. En el fondo de mi ser, tal vez busco su protección amorosa como nunca la recibí de nadie. Sé que daban sus vidas por mí.
Vivir en un país subdesarrollado tiene sus obstáculos, las oportunidades de estudio, educación y cultura, son para una élite. El poder económico se impone. Y como sucede, los trabajadores, esos pobres de México y del mundo, con pandemias y sin pandemias, seguirán explotados sin misericordia por los ricos sin corazón que siempre encuentran la complicidad de los gobiernos.
El periodismo es la tribuna que escogí para plantear mis protestas contra la injusticia. Podría relatar varios capítulos de mi pequeña historia en que fui factor para beneficiar a pobres trabajadores, capítulos que no relataré, por simple modestia.
Tuve y tengo amigos que dejaron honda huella en mi vida. Siempre recordaré con emoción a mis amigos que me trataron con una deferencia única.
Respecto al amor, conocí a las mujeres más hermosas del mundo. Espero terminar mis días al lado de una mujer excepcional.
En este tiempo ya aparecieron los nubarrones que nos intimidan: El coronavirus sigue contagiando y llevándose vidas.
Como todos los amenazados, tenemos la esperanza de sobrevivir, lo que consideraremos una nueva oportunidad para ser mejores seres humanos.
Seguiré siendo periodista que no vende su alma al diablo y al mejor postor.
Claro, si sobrevivimos.
Un hombre enfermo de coronavirus,
sentado en una banqueta, en la Ciudad de México.