martes, 9 de agosto de 2011

Monsiváis, Conciencia Crítica de México


Carlos Monsiváis. Foto de Daniel Mordzinski

Una mañana de espléndido sol, en la década de 1970, bajábamos por la escalera principal del Palacio de Gobierno de Jalisco, en Guadalajara, mi querido hermano Carlos Monsiváis, mi entrañable amigo el escritor argentino Luis Guillermo Piazza, y el escritor jalisciense Guillermo García Oropeza, al que conocí ese día y a quien jamás volví a ver.
Invitado por Carlos y después de desayunar en el Hotel Morales, con los dos Guillermos caminamos por las calles de Guadalajara. Nos detuvimos a ver los murales del gran pintor José Clemente Orozco en el Palacio de Gobierno. Observé a Carlos que no perdía detalle de los murales que hoy son considerados un tesoro del pueblo de México. Y cuando terminamos de bajar la escalera para salir nuevamente a la calle, le pregunté: ¿Qué opinas de estos murales? Carlos volteó a verme y me contestó: "Es bazofia". Si consulto el diccionario de la Real Academia de la Lengua, bazofia puede ser, entre otras acepciones, "cosa soez, sucia y despreciable". Así era Carlos Monsiváis, te miraba de frente y te respondía de frente. Fue un crítico por excelencia.

Ese día que siempre recordaré, más tarde fuimos a tomar un aperitivo al elegante salón de la desaparecida Copa de Leche. Carlos estaba contento, y al son de la música de la Chica de Ipanema, cantó en portugués la letra de la célebre canción de Antonio Carlos Jobim. Después nos despedimos, y nos volveríamos a encontrar cada ocasión que le tocaba participar como conferenciante en la Universidad de Guadalajara.
Tiempo después, cenaríamos solos en el restaurant del Hotel Fénix. Escucharlo era y continúa siendo para mí una cátedra de amor por México, y una defensa de los más pobres de esta nación.
 
NUESTRO PRIMER ENCUENTRO
A Carlos Monsiváis lo vi por primera vez a mis 18 años. Perteneció a la masonería del rito escocés, al igual que mi padre Armando Esparza Martínez. La masonería no es una organización oculta, es abierta y está compuesta por hombres de todas las tendencias ideológicas. Lo que cuenta fundamentalmente es la hermandad. La masonería patrocinaba a la Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad. Allí participaba mi hermano Armando. Yo asistí a tres sesiones para no volver. Carlos Monsiváis era el Hermano Guía de la Logia AJEF 18 de Marzo número 5. Se fue de la masonería, también para no volver.
 
CONCIENCIA CRÍTICA
Si hablamos de la conciencia crítica de México, Carlos fue su mayor exponente. Fue defensor de las minorías culturales y un decidido enemigo de las prácticas de intolerancia. Su estatura moral e intelectual nadie la discutió. Publicó más de treinta libros. Obtuvo una docena de Doctorados Honoris Causa de universidades de México y del mundo. Fue el cronista más importante de la ciudad de México. Nos heredó el Museo del Estanquillo, ubicado en la capital del país, que expone la coleccion de más de 14 mil objetos relacionados con la cultura nacional y que reunió al través de los años.
 
SOLIDARIO
Y un amigo solidario sin límite. Alguna ocasión, cuando yo editaba un periódico independiente le pedí su colaboración y su respuesta fue: "Tienes a tu disposición toda mi obra, sin costo alguno".  Fue un gesto de solidaridad que nunca olvidaré.
 
AFECTUOSO
Después, cuando nos encontrábamos, nos abrazábamos con afecto, me preguntaba siempre por mi hermano Armando, al que recordaba muy bien, y sobre mi quehacer periodístico. Y así fueron pasando los años, tenía noticias de él, por sus protestas contra las actitudes bárbaras y atrabiliarias del estado mexicano.
 
HOMBRE HONESTO
Monsiváis, escritor, ensayista y periodista, fue un hombre honesto, pulcro, congruente con sus ideas políticas, apoyó abiertamente a Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial izquierdista al que le robaron las elecciones, y que representaba la luz sobre la oscuridad de este país saqueado hora tras hora por el capital extranjero con la complicidad de los gobiernos priístas y panistas, que en esencia son la misma bazofia.
 
VIDA Y MUERTE
Carlos Monsiváis nació en la ciudad de México el 4 de mayo de 1938. Falleció el sábado 19 de junio de 2010 a consecuencia de una fibrosis pulmonar, una enfermedad considerada autoinmune.
 
LUCIDEZ
Nuestra queridísima Elena Poniatowska a un año de la muerte de Monsiváis, lo recordó así: "Su lucidez implacable, su inteligencia crítica, su falta de poder personal y su total ausencia de privilegios, lo convirtieron en un defensor de los derechos civiles, en el intelectual que mejor supo protestar por las violaciones a los derechos humanos, en el ciudadano que mejor denunció la inmensa ineptitud y la codicia de los políticos que nos gobiernan".
 
 
 
LO EXTRAÑAMOS
A un año de la muerte de Carlos Monsiváis, nuestro hermano, evocamos su sencillez y su grandeza con entrañable afecto y gratitud. Fue uno de los más grandes intelectuales que ha dado México. Ahora lo extrañamos y siempre lo extrañaremos.

sábado, 6 de agosto de 2011

ALCOHOLISMO, INFIERNO


El alcoholismo es el infierno. Lentamente, dramáticamente, dolorosamente, he visto vidas hermosas que se apagan bajo sus efectos. Recordemos que el alcohol, desde que existe memoria, ha sido parte de la vida social en todos los tiempos. Está incorporado a nuestras existencias. Y en ocasiones, de una u otra forma, su adicción y sus consecuencias nos han alcanzado. Actualizándonos, recordemos el debate y sus resultados sobre el presidente alcohólico. O como sucedió con el galardonado Premio Nobel de Literatura el mexicano Octavio Paz que perdió a su padre bajo los estragos del alcohol en un accidente el 8 de marzo de 1936. A unos nos tocó también perder, bajo sus consecuencias, a seres queridos que bien pudieron ser hombres extraordinarios. A otros le ha tocado ver cómo se van consumiento en un abismo sin fondo, sus seres amados o personas allegadas. Es como si estuvieran atrapados en una telaraña sin escape alguno. Sólo nos queda reflexionar que ante este vicio, no sólo los hombres trascendentes, sino los hombres comunes como el que escribe, estamos expuestos a la adicción, a sus consecuencias y a caminar inexorablemente por ese laberinto que primero degrada, ensucia y envilece, y después devora y tiene un destino: La muerte. En esta sociedad inhumana que padecemos, o en este capitalismo que nos utiliza y nos devora, todos caminamos junto al filo de muchas navajas invisibles. Podemos cortarnos y desangrarnos en cualquier momento. Nadie está exento.