domingo, 20 de mayo de 2012






ELENITA PONIATOWSKA,
CELEBRAMOS TUS MARAVILLOSOS
80 AÑOS








 La vida de Elena Poniatowska es un cuento de princesas. No sólo porque es descendiente del último Rey de Polonia, Estanislao Augusto Poniatowski, sino también porque su vida en México, a donde llegó en 1942 huyendo de la Segunda Guerra Mundial, ha estado marcada por la suerte.

Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, (París, 19 de mayo de 1932) insiste en ciertas cosas: que entró al periodismo de chiripada y que se arrepiente de no haber estudiado en la UNAM. También que el periodismo es ingrato, pero que es una droga de la que difícilmente se sale; y que ella nunca ha decidido nada, con lo que parece que la vida es la que la llevó a ser un ícono del periodismo cultural y social mexicano y una de la escritoras nacionales con más reconocimiento, sin duda, una de las más combativas, siempre en las causas de la izquierda.

Tan buena estrella tiene que se ha rodeado de amigos como José Emilio y Cristina Pacheco, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Leonora Carrington y Juan Soriano.

Llegó a México a los 10 años. Era una chica tímida y retraída, tal como lo contó ella misma en un artículo de la revista Viceversa, en 1997:

“Dibujo mucho, me afano mucho, el esfuerzo se remonta a ese momento de la infancia. Siento rabia contra mí misma porque soy torpe, demasiado pequeña. Me exijo. Tiemblo. Mi cabeza da órdenes, la mano no obedece. Soy cruel”, relata sobre sus memorias infantiles.

La escritora ha cultivado todos los géneros: libros en prosa, entrevistas, crónicas, artículos, novelas, cuentos y ensayos, también ha publicado poesía, una obra de teatro y libros para niños; incluso a veces pinta. Entre sus obras destacan Hasta no verte Jesús mío, Querido Diego, te abraza Kiela, Tinísima, y el que la marcó para siempre: La noche de Tlatelolco. En su cumpleaños 80, algunos cercanos amigos esbozan a “La Virtuosa de las Letras”.

ELENA PONIATOWSKA, PERMANECE

José Emilio Pacheco, novelista, poeta y ensayista

Hace 10 años, para empezar unos versos de ocasión, escribí: "Setenta no pueden ser: / Elena ha nacido ayer".

Otra década ha transcurrido. Lo que pensábamos iba a reunirnos en una celebración jubilosa por los cumpleaños de Elena y de Vicente Rojo de pronto se nubla y entristece con la muerte de Carlos Fuentes.

Rafael Pérez Gay ha visto con su habitual agudeza que en la justa y necesaria apoteosis de Bellas Artes se acabó una época. No volverán los años que vieron el esplendor de "México en la Cultura" y "La Cultura en México". Nada vuelve jamás. Todo se va.

En cambio Elena Poniatowska permanece. Sus mejores libros son tan nuevos como el día en que olieron a tinta fresca. Imposible imaginar el México de este medio siglo terrible y radiante sin ellos y sin ella. En medio del horror de nuestras tragedias fue una dicha haber sido su contemporáneo, su amigo y el más fervoroso de sus lectores.


ELLA SABE QUE NO HAY PREGUNTA TONTA
Juan Villoro, escritor y periodista

He tenido la suerte de viajar con Elena Poniatowska, es una gran compañera de viaje, sumamente divertida, es la persona que mejor sabe hacer preguntas en México; con una aparente inocencia descifra las personalidades más complicadas y peligrosas, élla sabe que no hay pregunta tonta; Elena, que es una mujer culta y sumamente inteligente, finge una gran ingenuidad para que la gente le diga todo, dicen: "Al cabo que estoy con un ángel de la guarda, puedo confesar todo", así ha obtenido informaciones valiosísimas de muchísimas personas.

Hace radiografías de los demás y esto se debe a que le interesan mucho los demás. Creo que el núcleo básico del periodismo es interesarse en los otros, porque a diferencia de la ficción, en el periodismo tú necesitas que sean los demás los que se expliquen y te digan sus razones, tú vas a buscar lo que le pasó a gente distinta a ti y Elena tiene este acto de generosidad extraordinario de poder encontrar a esas personas, respetarlas, establecer empatía con ellas para que le digan sus secretos.

Yo mismo creo que le he contado más cosas de lo que me conviene y ha sido muy prudente y no las ha escrito. Es alguien a quien conoces y de inmediato te dan ganas de contarle todo, lleva dentro de sí una extraordinaria capacidad ética, de tratar de decir siempre lo que vale la pena para los lectores sin un afán deliberado de perjudicar a nadie. Así la he visto viajar por todas partes y en situaciones muy adversas de cansancio, malas dietas, enfermedades, mantiene siempre su sonrisa emblemática y su buen humor.

ES UN RAMILLETE DE ELENAS

Cristina Pacheco, periodista y escritora

Vi a Elena por primera vez una tarde de 1957. Ella iba saliendo de la Librería Francesa en donde mi hermana era empleada y yo iba a esperarla en la banqueta todos los días. Gracias a Azucena supe que la muchacha con suéter color vino y collar de perlas era una periodista ya famosa y muy querida por los intelectuales que tomaban el té con Huguette Balzolá, directora de la librería.

No imaginaba que años más tarde iba a entrevistarla muchas veces. La primera ocasión fue en una cafetería de Insurgentes. Llegó puntual, alegre, apresurada. Me dijo: "Espero que no vayas a salir con que esto será machetazo a caballo de espadas". Ni en sueños se me ocurrió semejante cosa porque sólo pensaba en la forma de acercarme a una mujer que al prestigio de magnífica periodista sumaba ya el de notable escritora.

Esas dos vertientes de su vida profesional enriquecen a una Elena que forma un ramillete de Elenas: la mujer que sonríe, la que pregunta y se pregunta, la que mira el mundo con ojos siempre nuevos, la que venera la amistad, la que sabe y no dice, la que se entrega a las mejores causas con una expresión de solidaridad que bien podría ser su segundo nombre: Elena Solidaria. A ella le agradezco su obra narrativa y periodística, pero sobre todo la hermosa lección de vida que nos ha dado a lo largo de 80 años.


PARA SABER,
SUS CAUSAS CON LA PLUMA

Elena Poniatowska, ganadora de varios premios como el Rómulo Gallegos, Biblioteca Breve, Alfaguara de Novela y el Xavier Villaurrutia —el cual rechazó en protesta contra los asesinatos en Tlatelolco—, ha creado una literatura expresiva y vital, y un periodismo comprometido con diferentes causas: las mujeres, el aborto, la guerrilla y los indígenas.




viernes, 4 de mayo de 2012



Regina Martínez:
Impunidad y Silencio



                                                                    Por EILEEN TRUAX




Regina Martínez era una periodista promedio, como la mayoría de quienes ejercen este oficio en México. No era un rostro conocido de la televisión, ni alguien que firmara autógrafos, ni alguien a quien se le viera sentada en los restaurantes codeándose con los señores del poder. Era una reportera forjada a base de experiencia, de nota diaria, que trabajó durante años para el diario La Jornada y después para el prestigiado semanario Proceso, del cual fue corresponsal hasta el día de su muerte. Era de esos periodistas que se ven a diario buscando la información reciente, caminando las calles, conversando con la gente, denunciando y, como en el caso de muchas mujeres, abriendo brecha en su profesión.
Las descripciones que he leído por parte de quienes la conocieron dibujan a una Regina de 49 años, bajita, delgada y discreta, que aunque en apariencia era frágil tenía fortaleza de carácter e integridad profesional. Álvaro Delgado, compañero suyo en Proceso, la recuerda como una “totonaca entera y orgullosa” que fue, “como persona y periodista, un emblema de heroísmo”.
Quise empezar este texto haciendo un acercamiento a las características personales de esta periodista, asesinada el sábado 28 de abril en su casa de Xalapa, Veracruz, porque considero importante enfatizar este hecho: Regina no era un “pez gordo”, alguien vinculada con el poder o que debiera cuentas. En todo caso, su culpa fue realizar su trabajo bajo un gobierno en el que la impunidad se ha vuelto la norma cotidiana.
Lo que más me impactó al enterarme de la muerte de la periodista, una entre los 80 comunicadores que han sido asesinados en México del año 2000 a la fecha, fue saber que en su rostro había golpes y que murió estrangulada. La pude imaginar en su casa, en sábado por la tarde, siendo víctima -delgada, bajita como la describen- de algún hombre, o varios, sometiéndola y torturándola antes de matarla. Traté de imaginar lo que pasó por su mente. Tal vez pensó en alguna de sus notas recientes, denunciando corrupción y abuso de autoridad. Tal vez antes de morir le informaron de dónde venía la orden. Tal vez habrá pensado en su familia, en el dolor que les causaría saber que murió así. Y pienso que en algún momento, si la conciencia de la muerte atisbó por un instante en su persona, le habrá dolido imaginar que su muerte también quedaría impune.
En menos de un año y medio de gobierno, Javier Duarte, gobernador del estado de Veracruz, ha lamentado la muerte de cuatro periodistas como lamentó la de Regina el sábado pasado, pero no ha podido esclarecer los asesinatos ni hacer justicia. Proceso reporta que hay otros 13 periodistas que han salido de la entidad por amenazas, además de uno más que permanece desaparecido.
Este patrón no es exclusivo de Veracruz. Durante el sexenio del presidente Felipe Calderón han sido asesinados en promedio diez periodistas por año, y la falta de resolución de estos asesinatos se explica fácilmente con la estadística media nacional: de cada 100 delitos denunciados, sólo 3 resultan en el encarcelamiento de los responsables. 97% de probabilidad de impunidad para quien comete un delito, para quien tortura y estrangula.
Cada vez que se ha dado a conocer la muerte de un periodista, el presidente ha emitido “una enérgica condena” y ha ofrecido que se investigará “hasta las últimas consecuencias” para dar “castigo a los responsables”. El día que murió Regina Martínez quienes utilizan las redes sociales hacían mofa de estas frases, repetidas hasta el cansancio por el primer mandatario. La rabia y la indignación aumentan cada vez que una condena prefabricada vuelve a ser la única respuesta de un gobierno que lleva 60 mil muertes sobre la espalda y que osa dividir a los muertos en dos categorías: delincuentes y “daños colaterales”.
Regina no es ninguno de los dos. Los periodistas no están muriendo por haber tenido el mal tino de estar en un fuego cruzado, ni porque en un retén los confundieron y les dispararon antes de investigar. Los periodistas están muriendo porque hacen su trabajo, el que tiene por objetivo dar voz a una sociedad que la delincuencia prefiere en silencio. Y como ocurre con el resto de los crímenes registrados en el país, la impunidad se ha encargado de esparcir el miedo, y con el miedo se está logrando el silencio deseado.
México hoy es un país en el que de nada sirve vivir una vida congruente, valiente, apasionada del trabajo y comprometida con la verdad. Tras la muerte de Regina se ha vuelto a escuchar la voz de su gremio exigiendo justicia y seguridad; pero todo clamor se vuelve silencio cuando se estrella contra el muro de la impunidad.
Twitter: @EileenTruax
 Este artículo se publicó originalmente en el portal del diario Huffington Post, se encuentra en el siguiente link: http://voces.huffingtonpost.com/eileen-truax/si-muero-lejos-de-ti-impu_b_1471255.html




martes, 1 de mayo de 2012

                  
                          Tomás Borge
                            
Tomás Borge.

Tomás Borge era el último superviviente del grupo de estudiantes que en 1961 fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), la guerrilla marxista-leninista que puso fin a cuatro décadas de dictadura de la familia Somoza en Nicaragua. Borge ha muerto el lunes 30 de abril a los 81 años en el hospital militar Alejandro Dávila Bolaños, en Managua, donde había sido ingresado para someterse a una cirugía pulmonar.
Estaba considerado como el más radical de los nueve comandantes miembros del Directorio Nacional del FSLN que, tras la entrada de la guerrilla en Managua el 19 de julio de 1979, se puso al frente de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Los sandinistas ganaron las elecciones de 1984, perdiendo el poder en 1990 ante Violeta Chamorro.
Durante aquel primer régimen sandinista Tomás Borge estuvo al frente del Ministerio del Interior, periodo en el que fue acusado de participar en 1980 en la masacre de 37 presos políticos y de cometer genocidio contra comunidades indígenas asentadas en el Caribe nicaraguense, acusaciones que no fueron comprobadas.
Fue autocrítico: “Habíamos llegado al poder cubiertos con un aura de santidad. Éramos ‘los muchachos’, héroes del pueblo que habíamos liberado. Pero luego vino la guerra [frente a la insurgencia contrarrevolucionaria apoyada por Estados Unidos: la Contra], las presiones, la crisis económica y los errores, y los héroes que éramos nos convertimos en reyes. Hubo un grado de arrogancia de los miembros dirigentes del FSLN, que teníamos tanto poder que la gente nos miraba como reyes, y nosotros actuábamos como reyes. No siempre fuimos consecuentes con la responsabilidad histórica que teníamos con la Revolución”, declaraba en 2009 a El Nuevo Diario.
Tomás Borge Martínez nació en Matagalpa el 13 de agosto de 1930. Militante comunista, fue encarcelado en 1956 tras el asesinato de Anastasio Somoza García. Según una biografía no oficial, logró escapar de prisión y huir a Honduras. Después de pasar por varios países centroamericanos, en La Habana fraguaría junto a Carlos Fonseca, Francisco Buitrago, Jorge Navarro, Silvio Mayorga, Benito Escobar, Santos López, Pablo Úbeda, Noel Guerrero y Germán Pomares el futuro Frente Sandinista.
En 1977 fue nuevamente detenido, para pasar nueve meses en prisión en Tipitapa; Borges sería uno de los liberados tras la toma por la guerrilla del Palacio Nacional, donde sesionaba el Congreso, el 22 de agosto de 1978.
Consumada la derrota electoral en 1990, fue miembro del Parlamento Centroamericano (1997-2002) y del Congreso nacional desde 2001, aunque los sandinistas permanecieron durante esa legislatura en la oposición. Actualmente se desempeñaba como diputado nacional, y embajador de Nicaragua en el Perú desde 2007, cuando Ortega retornó a la presidencia. Escribió varios libros, entre los que destacan La Paciente Impaciencia, Un Grano de Maíz y la Ceremonia Esperada.