lunes, 6 de febrero de 2012

HABLA GLORIA LUZ GÓMEZ



EL DOLOR,
INTERMINABLE





POR CARLOS ESPARZA
Gloria Luz Gómez


BOGOTÁ, Colombia.- Gloria Luz Gómez no puede evitar las lágrimas al recordar a su hermano Leonardo, detenido, desaparecido y después encontrado asesinado en 1982. Hace una pausa, se limpia la cara y mirándonos fijamente afirma: “El dolor siempre está presente, no desaparece, no termina”.

Entrevistada en su oficina ubicada en el norte de la ciudad, hace memoria y habla de la organización que coordina: “ La Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos,  ASFADDES,  nace en 1982 a raíz de la desaparición forzada de 13 personas, en su mayoría estudiantes de la Universidad Nacional y de la Universidad Distrital. Son desapariciones secuenciales que empiezan el 4 de marzo y terminan el 15 de septiembre, y en las que se pudo establecer por varios testimonios que fueron ejecutadas por el F2 que en aquel entonces era un organismo de inteligencia de la policía. Por supuesto, los familiares de los desaparecidos iniciamos su búsqueda en las dependencias oficiales que negaron rotundamente las detenciones. A la vez el movimiento estudiantil se solidarizó con nosotros y salimos a la calle a protestar por primera vez el 4 de febrero de 1983. Fueron los estudiantes los que armaron los primeros retablos, tomaron las fotografías, los que consiguieron un megáfono para gritar los nombres de estas trece personas desaparecidas".

EL DIA QUE SE LOS LLEVARON CAMBIÓ NUESTRA VIDA

Y con voz pausada agrega:

“Por supuesto, para los familiares de los desaparecidos no fue sencillo asumir el hecho, el día que se los llevaron cambió nuestra vida, y se convirtió en una cotidianidad salir a buscarlos y a reclamarlos, preguntándonos siempre: ´¿Por qué está sucediendo esto?´  ´¿Por que me tocó a mí?´ Este conflicto social y político no es simple. El gobierno señala que es sólo un conflicto armado y no es así. El problema del conflicto social y político tiene más de seis décadas. Los familiares de los desaparecidos no éramos concientes de ello, porque estábamos acostumbrados a vivir buscando y arañando cómo vivir el día a día para garantizar el bienestar de nuestras familias, nunca nos imaginamos que un día íbamos a tener que salir a la calle armados y armadas de valor por el amor a nuestros desaparecidos. En ese entonces pensábamos que ellos iban a volver y no fue así. Después nos dimos cuenta que no eran los únicos desaparecidos, en los periódicos todos los días aparecían fotografías de personas que estaban desaparecidas y los familiares por información ofrecían gratificación o una recompensa, y en los postes y en los teléfonos públicos aparecían pegados esos avisos. Para nosotros era un aprendizaje en medio del dolor y de la incertidumbre, pero por encima de todo estaba el amor, y empezamos a ver a nuestros familiares desaparecidos en toda su dimensión de seres humanos, porque cuando los teníamos no los veíamos así, eso mismo nos dio fuerza a un puñado de mujeres, hombres, niños y niñas que salíamos acompañados de unos estudiantes, -porque éramos pocos-, para gritar los nombres de nuestros desaparecidos y entonces los transeuntes ni nos veían. Esta sociedad no ha entendido esta tragedia. La desaparición forzada destruye el núcleo familiar y el núcleo social, porque a nivel de la sociedad hay un rechazo a las familias y a las personas cercanas a los desaparecidos”.

INDIFERENCIA DE LA SOCIEDAD

Explica: “Ante la indiferencia de la sociedad organizamos jornadas de búsqueda y así fuimos encontrando que se incrementaban los listados de personas desaparecidas y se incrementaba también la aparición de cuerpos cerca de las cabeceras de municipios vecinos en el caso de Bogotá, pero también ya sabíamos que en Medellín estaba pasando lo mismo, en Cali como en Bucaramanga, era como el sarampión que se estaba reproduciendo. La desaparición era una forma represiva del Estado para eliminar opositores políticos militantes de izquierda y para acallar a quienes habían asumido una acción política contraria al régimen. En los 80, además de los militantes de izquierda, empezaron a ser desaparecidos también líderes sociales, sindicales, populares, amas de casa, y así uno y otro y otro y se fue volviendo cada vez más larga esa lista con la misma respuesta de las autoridades de negación total de los desaparecidos. Nuestras jornadas de búsqueda sólo encontraron cadáveres mutilados, quemados con ácido, desfigurados, muchos de ellos tenían cercenados los dedos para no dejarles huellas, pero nadie hacía nada tampoco por estos cuerpos en condiciones de indignidad, votados en los pisos de los cementerios municipales al sol, al agua, llenos de moscos y las autoridades no hacían nada por asumir los mínimos requerimientos para una posible identificación, los levantamientos se hacían, no se ajustaban a ningún mecanismo que pudiese al futuro identificarlos. Simplemente los apilaban para después votarlos en la fosa común si el padrecito o el cura lo permitían. Aquí la mayoría de los cementerios los administra la iglesia católica”.

LUCHA SOLITARIA ANTE
LOS OIDOS SORDOS Y LOS OJOS CIEGOS
Leonardo Gómez.


Gloria Luz Gómez se expresa con voz melancólica,  a la vez firme, indica: “Nuestra lucha es solitaria ante los oídos sordos y los ojos ciegos de la sociedad. A finales de los 80 la desaparición no solamente fue utilizada como modalidad para eliminar opositores y dejó de ser selectiva para convertiste en colectiva, como fue el caso de 19 comerciantes que por el simple hecho de vivir y transitar en una región de altísimo conflicto fueron desaparecidos, entonces nos dimos cuenta que estas desapariciones las realizaron como una acción de intimidación y de terror para que la gente no se organizara. Después vendría el narcotráfico, el sicariato, la guerra sucia y los desplazamientos".

ALGO HEMOS AVANZADO

Subraya: “En los 90 se radicalizó más la desaparición forzada, cuando estaba en pleno auge el narcotráfico, el paramilitarismo y la guerrilla que entonces empezó a torcer su camino. Sin embargo algo hemos avanzado y gracias a nuestra lucha tenemos hoy en día la ley 589 que finalmente se aprobó, aunque está lejos de lo deseable.  A pesar de esta ley no se han detenido las detenciones y las desapariciones”.

Mis ojos miran fijamente a Gloria Luz Gómez, le pregunto:

-¿Cómo llega usted a esta organización de desaparecidos?

Las lágrimas empiezan a recorrer sin parar sus mejillas, difícilmente se le escucha, dice: “Por mi hermano Leonardo Gómez Cortés, comprometido en la lucha estudiantil, a los 16 años fue detenido y desaparecido. Después recuperamos su cuerpo mutilado. Fue asesinado y ese dolor no termina”.

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